Un fantasma recorre Europa, el fantasma del Comunismo… La historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días, es la
historia de las luchas de clases. Hombres libres y esclavos, patricios y plebeyos, señores y siervos, maestros y oficiales, en una palabra:
opresores y oprimidos se enfrentaron siempre, mantuvieron una lucha constante, velada unas veces y otras franca y abierta; lucha que terminó
siempre con la transformación revolucionaria de toda la sociedad y el hundimiento de las clases beligerantes… La moderna sociedad burguesa,
que ha salido de entre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido las contradicciones de clase. Únicamente ha sustituido las viejas clases,
las viejas condiciones de opresión, las viejas formas de lucha por otras nuevas. Nuestra época, la época de la burguesía, se distingue sin embargo,
por haber simplificado las contradicciones de clase. Toda la sociedad va dividiéndose cada vez más en dos grandes campos enemigos, dos grandes
clases irreconciliables, que se enfrentan directamente: la burguesía y el proletariado.
A vueltas con la «Marca España» del Ministro García-Margallo. Las dos cifras: 6.202.700 parados ó 27,16% de paro, indican la misma
terrible realidad, pero no sé cual de las dos afea más, por cuestiones psicológicas, la impoluta imagen de la «Marca España» inventada
por nuestro ínclito Ministro de Asuntos Exteriores García-Margallo, que por cierto es bisnieto y nieto de sendos Generales españoles que
lucharon en el Riff (Marruecos) contra las hordas moras, o sea. las clásicas batallitas de moros y cristianos hasta arriba de grifa.
Antonio Buero Vallejo (Guadalajara, España, 29 de septiembre de 1916- Madrid, 29 de abril de 2000) escribio, entre 1947-48,
un drama social en tres actos titulado «Historia de una escalera» que fue estrenado en el Teatro Español de Madrid el 14 de
octubre de 1949, bajo la dirección de Cayetano Luca de Tena.
Mejorando lo presente y a través de mi ventana indiscreta, iré publicando en cómodas entregas el devenir de la historia de este,
«nuestro banco amigo».
El origen del capirote de los nazarenos que participan en las procesiones de la Semana Santa católica está en los comienzos
de la Inquisición; actual Congregación para la Doctrina de la Fé, cuando a las personas que eran condenadas se les imponía
el castigo de tener que usar una prenda de tela, llamada «sambenito», que les cubriera el pecho y la espalda. Se acompañaba
este sambenito de un capirote ó cucurucho de tela, cartón u otro material, que debían llevar colocado en la cabeza, como señal
destacada de la pena que les había sido impuesta.
Por una lógica transposición del sentido penitencial, fue adoptada por casi todas las cofradías de Semana Santa. La novedad
de la tela que cae sobre la cara y el pecho sirve para ocultar el rostro y preservar la identidad del penitente.